El pasado 20 de Julio se conmemoraba los 49 años del fallecimiento de Bruce Lee, la primera estrella de acción y mito insuperable de los 60s.
Hace aproximadamente un año leí la que todavía es una de mis biografías favoritas, Bruce Lee: Una Vida, de Matthew Polly. Una de esas visiones completas, sin pelos en la lengua y a tumba abierta de una persona que ha marcado una época y una generación. Y es que Bruce Lee lo cambió todo.
Aquel muchacho que se pateaba las calles de Hong Kong, aquel crío que peleaba en las azoteas de los edificios mostrando ya su talento adquirido en la Academia de Ip Man -especializado en el Wing Chun-, aquel mocoso que nació siendo actor -tuvo un papel como bebé nada más nacer, además de un puñado de personajes juveniles en el cine de Hong Kong– logró no sólo convertirse en una estrella mundial… También creó un subgénero, traspasó fronteras que parecían infranqueables en los 60s y, lo que es más importante, devolvió el orgullo a todo un país.
En sus apenas 32 años, Bruce Lee, exiliado por su padre en vistas de que su hijo se centrase de una vez y se alejase de esa vida de pandillero en Hong Kong, logró tomar todo ese aprendizaje que había tenido sobre las Artes Marciales y lo expandió por toda California. Se enfrentó a los tradicionalistas del Kung Fu y de otras disciplinas como el Karate. Fue capaz de desarrollar su propio estilo –un estilo que no tiene estilo, un camino sin camino-, algo que en base son los cimientos de las MMA. Después de aparcar su objetivo de crear franquicias de su Jeet Kune Do pasó a entrenar a estrellas de Hollywood en LA. Ahí fue como consiguió empezar su mayor logro.
UN LEGADO DE CINE
Bruce Lee era constantemente rechazado por su origen en EE.UU. El racismo estaba a la orden del día y los movimientos pro-derechos no habían hecho más que empezar y sin duda fue menospreciado por su origen chino -en California los trataban como casi esclavos durante la época del Oro, a principios del s.XX-.
Aún así fue capaz de entrar en Hollywood. La serie de TV, El Avispón Verde (1966 – 1967), fue un éxito considerable, por primera vez existía un héroe asiático -aunque no era más que un «Robin», un mayordomo-. La importancia que tuvo se traduce en como la serie seguía vendiendo en el mercado asiático. Sin embargo, no fue más que un atisbo de lo que se vendría más adelante, aunque no de la manera que él esperaba.
Bruce Lee quería ser el actor mejor pagado de toda la industria. Quería superar a su amigo Steve McQueen, pero no le estaba yendo tan bien. Tras varios trabajos secundarios y papeles menores, a Bruce se le entregó la oportunidad de su vida en su tierra natal, Hong Kong. Fue ahí donde marcó una época.
El cine Hong Konés estaba a años luz del de EE.UU. Pero sus películas marcaron un antes y después. The Big Boss (1971), Fist of Fury (1972) y Way of the Dragon (1972) rompieron todo tipo de récords y de esquemas. Nadie podía parar a aquel Chino-Americano, Lee Jun-Fan dando patadas voladoras, desbordando carisma y enfrentándose a los estereotipos.
Porque Bruce Lee se convirtió en el orgullo de todo un pueblo. Hong Kong -un territorio colonizado por ingleses, siempre menospreciado por los japoneses y con una clara inferioridad de estatus social- por fin tenía a su héroe. Por fin, alguien mostraba que ese pueblo no era inferior a nadie. Que el imperialismo Inglés y Japonés habían terminado, que no eran menos que absolutamente nadie.
Los cines de HK eran mini estadios jaleando a su héroe, que se enfrentaba a mafiosos en Tailandia, a Karatekas y malvados japoneses en su propio hogar, que era capaz de enfrentarse al hombre blanco en plena capital histórica de Occidente, Roma, ejemplificada por el mismísimo Chuck Norris -amigo, rival, compañero-. En apenas 3 años, Bruce Lee cambió la mentalidad de un país… y de Asia.
UN TRÁGICO FINAL
Ante tal éxito, Hollywood volvió a llamar a Bruce Lee. Lejos quedaban los proyectos cancelados de un maestro de Kung Fu en el Oeste o la película medio psicodélica que pensaban rodar en India. Ahora tenían al caballo ganador en la pole y lo querían aprovechar.
Bruce Lee protagonizó su mayor éxito Enter the Dragon (1973) y lo encumbró como la mayor estrella del cine de acción. Del cine en general. Enter the Dragon marcó una taquilla de más de 400 millones de dólares por los 850.000$ de presupuesto y la película -cono ecos de James Bond– llegó a todo punto del planeta, desde America hasta África pasando por Europa. Ahora el efecto Bruce Lee no se reducía a Asia, sino a todo el mundo.
Aquel experto de artes marciales aplicadas al cine logró lo inimaginable: Una estrella mundial en Hollywood asiática. Pero la ironía se cebó con Bruce ya que no fue capaz de ver con sus propios ojos ese éxito. Bruce fallecía 6 días antes del estreno a causa de un edema cerebral -probablemente ocasionado por un golpe de calor-. El mundo asiático, en concreto HK, quedó enmudecido. Su campeón se había ido.
Bruce dejó una mujer y dos hijos -uno de ellos, Brandon Lee, tendría la misma suerte- y un futuro apasionante. La mayor estrella de acción, el artista marcial más mediático, tenía toda una vida de azañas por delante, pero dejó un legado insuperable.
Desde Chuck Norris hasta Van Damme, pasando por Arnold Schwarzenegger o Sylverster Stallone, no hubieran sido lo que son sin el trabajo que hizo Bruce Lee. Fue una inspiración para todos. HK sigue siendo referencia en cuanto al cine de acción con estrellas como Donnie Yen. Franquicias como John Wick no serían posibles sin la influencia de Lee. La propia UFC y las modalidades de MMA no serían lo mismo sin él.
Bruce Lee lo cambió todo. Desafió la tradición, el racismo, los estereotipos, el complejo de inferioridad… Fue una persona totalmente innovadora, un pionero desde su carrera como artista marcial, la condición física, su faceta cinematográfica… Con una filosofía que sigue siendo leída hoy en día, 50 años después -como la que recoge Pensamientos Extraordinarios de Bruce Lee-.
El Tao, el Ying-Yang -no el Ying y el Yang-, la fusión de lo mejor de la filosofía Occidental y la Oriental, su Be Water My Friend…
Ni un artículo de 1000 palabras puede resumir la grandeza de su figura y su influencia. Con todas sus luces y sus sombras –drogas, ego, infidelidad– es uno de los iconos populares más grandes de la historia y una personalidad clave en un momento importante del s.XX.
Bruce Lee: Una vida y un legado.
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