‘TOP GUN: MAVERICK’ (2022) REVIEW

Top Gun
Fuente: Paramount Pictures.

TOP GUN, 36 AÑOS DESPUÉS

‘Top Gun: Maverick’ ha sido una odisea. Poder ver esta película tras casi 4 décadas con un Tom Cruise aún estelar y logrando que sea lo suficientemente atractiva para que el público conecte con ella después de tanto tiempo era casi un milagro. Además de conseguir la azaña de dar en el clavo y no sólo devolvernos la nostalgia y la estética ochentera de la película de 1986 dirigida por Tony Scott, sino incluir nuevos elementos, potenciar sus virtudes, disminuir sus defectos y superar con creces la original.

Es la película del año en cuanto a blockbusters se refiere. Una cinta que se iba a estrenar en 2019 y que retraso tras retraso, ha demostrado que da igual cuando salga una película, si es realmente buena, el público la apoyará. Maverick es un PELICULÓN. Con letras mayúsculas. Hacía tiempo que no veía una película en el cine con tanta épica, emoción, ingenio y cariño por ella misma.

Pero, sobretodo, Top Gun: Maverick es un triunfo del cine. En una industria que se está volviendo hacia las plataformas de streaming una película como ésta muestra que la experiencia del cine es otra cosa. Otro rollo. Disfrutar esta película en el cine con un puñado de palomitas vale más que una suscripción de 1 mes. Y todo gracias a un Tom Cruise que luchó porque esta cinta se viera en salas antes que en ningún otro lugar. A pesar de la pandemia. A pesar de los retrasos.

*SPOILERS*

TP
Parte del reparto de ‘Top Gun: Maverick’.

FEEL THE NEED

¿Quién iba a decir que ‘Top Gun: Maverick’ sería una de las mejores películas de aviones jamás hechas? ¿Quién apostaba porque mejoraría la original? ¿Quién esperaba que el público la convirtiera en un exitazo?

Es difícil resumir esta película en una palabra pero esa sería Auténtica. Con un arranque frenético, Danger Zone y montaje calcado de por medio, Maverick nos muestra a un Pete Mitchell (Tom Cruise) de lleno en lo suyo, pilotando un avión supersónico, entendiendo que ha seguido al pie del cañón todos estos años. No es una antigualla que digamos. Todo arranca cuando le ordenan -el Iceman de Val Kilmer, que tiene un peso muy importante en la película a pesar de tener pocos minutos debido a su enfermedad– instruir a un grupo selecto de jóvenes pilotos para realizar una misión imposible: destruir un complejo de enriquecimiento de Uranio superando no sólo las defensas rivales sino haciéndolo con cazas muy inferiores a los enemigos.

En el entrenamiento Mitchell conocerá al hijo de su amigo que murió en la original y que no pudo salvar, Rooster (Miles Teller). Con él comenzará una relación paternal de odio convertido en amor, algo clave en la peli y que está genialmente desarrollado al igual que la demostración de que la misión se puede hacer, que es posible y que no es el avión, es el piloto.

Y es que la acción de esta película no puede ser mejor. Si el inico a lo Interstellar es genial, las escenas de entrenamiento son espectaculares. Unas escenas donde nuestros protagonistas jóvenes se ven frustrados por no lograr ni siquiera acercarse a la meta y, además, afrontar un par de veces la tragedia en el cielo. Salieron ilesos, pero sintieron el peligro.

La épica del final no puede ser más brutal. Una misión que está perfectamente rodada, con varios elementos durante el viaje que es enriquecedor -ese puente sorpresa en el cañón- y unos planos que maravillan. La formación de las dagas tras los misiles es espectacular. Después de lograr acabar la misión no sin agarrarte a la butaca de adelante de la tensión, Mitchell se sacrifica para salvar a Rooster antes de que lo derriben. Pero en el momento en que Mitchell, tirado en la nieve, está apunto de ser ametrallado por un helicóptero enemigo, Rooster regresa para salvarlo. Ambos comenzarán una huída y supervivencia con un original F14 robado contra los cazas de última generación.

Esas escenas finales están rodadas de una manera muy planificada, sabiendo lo que hacen en cada momento y logrando meternos en la cabina del avión y suspirar por cada misil esquivado. Esa lucha de David vs Goliath en el aire no puede ser mejor. Los enemigos se sienten peligrosos y duros. Finalmente, cuando todo está perdido, logran escapar tras la ayuda de Hangman (Glen Powell).

Sientes la necesidad. Sientes la velocidad.

FN
Feel The Need.

TOM CRUISE Y CONCLUSIONES

Tom Cruise es una de las últimas estrellas de Hollywood. Quizá la última. A sus 58 años protagoniza una secuela como si no hubiera pasado el tiempo, como si nunca se hubiera marchado. Y es que es la verdad. Está plenamente en forma y sigue teniendo el carisma, la presencia y la personalidad de levantar una película por sí mismo. Delante y ahora también detrás de cámaras. Su dedicación al cine es incuestionable y su amor por él se nota en cada película que hace.

No es un cumplido porque sí, es algo que se nota. Este no es un producto más. Es una secuela, sí, pero que no se queda en la nostalgia y en la estética. Cuentan una historia, desarrollan unos temas –fraternidad, lealtad, hermandad-, construye nuevos personajes interesantes y aspira a ser mejor que la original.

El reparto está fantástico. Las escenas en el aire son reales. Aunque ellos no pilotan -un civil no puede pilotar un caza militar americano- si que están en una cabina detrás, realizando los gestos, vomitando, sufriendo la fuerza G y desmayándose en varias ocasiones. Lo bordan. Se siente real porque es real. Y eso nunca se podrá sustituir.

Es cierto que tiene sus americanadas -es normal por otro lado- y que la relación romántica con Penny (Jennifer Connelly) está bien tratada pero no es lo que nos interesa. Pero decirme una secuela de una película tantos años después que se vea honesta y sincera. Sólo ‘Mad Max: Fury Road’ (2015) y ‘Trainspotting 2’ (2017) están ahí.

Y la música, una BSO a la altura. Nunca mejor dicho.

Una película ochentera pero moderna. Un triunfo del cine. Un evento. Una experiencia.

Puntuación: ****1/2 (sobre 5)

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